El gentilicio de los habitantes de este pueblo es Pechero o Pechera. Los pecheros eran un grupo importante del reino, el cual pagaba un tributo al rey, al cual le trabajaban tierras, por lo que le pagaban para que les mantuviesen vigente en este trabajo.
Ayuntamiento
Iglesia de Santa Ana
Iglesia levantada en 1505 y posteriormente confirmada en 1510 como anejo de Casarabonela.
En 1605 necesitó una amplia restauración que afectó a tejados, solerías, escalera de la torre, sacristía, rematada por Francisco de Medina y realizada por el albañil Jerónimo Hernández, siguiendo las condiciones de Pedro Díaz de Palacios, maestro de la catedral de Málaga.
La iglesia actual fue construida en el siglo XVIII en el emplazamiento de la antigua y posiblemente aprovechándola en parte. Fue realizada por Felipe Pérez el Menor, maestro de arquitectura, que la levantó entre 1770 y 1774.
Torreón de María Sagredo
Este torreón formaba parte de la estructura defensiva del castillo. Desde él, María Sagredo defendió heroicamente la villa durante la Rebelión Morisca de 1570 al arrojar sobre los sitiadores colmenas de abejas que los hicieron poner en fuga.
María Sagredo, fue la heroína que defendió el pueblo de la incursión morisca con gran valor.
El Torreón de María Sagredo se encuentra a escasos metros de la Iglesia Parroquial de Santa Ana.
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Del Paleolítico Superior (periodo Solutrense) data un pequeño idolillo en forma de huso, que se conserva en el Museo Provincial de Málaga, que atestigua también la presencia del hombre durante el Neolítico y épocas posteriores. Del Neolítico son los restos de la zona denominada “la llaná”, donde existía un poblado con una necrópolis muy amplia, pero ya devastada de la que sólo quedan 3 tumbas en buen estado de conservación.
En la "Cueva de la Mesa " se descubrió un enterramiento y dos trompetillas de oro de la Edad de Bronce, que se encuentran en el Museo Arqueológico de Málaga. De la época de los íberos, tal vez fenicios, se han encontrado tumbas con vasijas decoradas y otros objetos.
Existen vestigios urbanos romanos, encontrándose en el paraje de Ardite asentamientos de familias que habitaban la zona de forma estable pero sin llegar a conformar una urbe, con lo que se supone prestaban servicios a los viajeros que utilizaban esta zona como descanso en la ruta hacia Acinipo (Ronda) o hacia Cartima o Malaca, buscando la salida al mar. Estos pobladores tenían como forma de vida la agricultura y la ganadería a pequeña escala. Aún se vislumbra lo que fue una pequeña necrópolis en el denominado Cerro de Ardite.
Los romanos también dejaron su huella en el partido del Monte (zona de Albar), donde se encontraron una columna y una especie de ara, y en la zona del Valentín también es rica en restos romanos y árabes. Han aparecido ánforas en Italia firmadas por alfareros de estas tierras que supuestamente las utilizaban para comerciar con ellas o llenarlas de aceite para alimentar al Imperio, aunque no se han encontrado restos de molino de esta época, aunque posiblemente hayan existido.
Con la llegada de los musulmanes se construyen las atalayas de Ardite y de "Aloçaina", que se convertiría en una pequeña fortaleza, origen de la villa y que dio nombre al pueblo.
La presencia musulmana es mucho más evidente, y en el s. VIII ya se habían introducido explotaciones agrícolas en su alfoz. La población cuenta con el gentilicio de “pecheros” y que está en contraposición al de los habitantes de la vecina Casarabonela, conocidos como “moriscos”. Estos apelativos tienen su origen en la conquista por los Reyes Católicos. Rendida Álora y tomada aquella baja zona, también por esas fechas cae Alozaina, el 20 de junio de 1484. Comoquiera que el término fue repoblado con gentes venidas de fuera, además de los que se quedaron y no participaron en ninguna revuelta, todos a su vez tuvieron en cierta medida bienes y haciendas, por los que tenían que pagar “pecho” o tributo. Es decir, que con el vocablo “pechero” se denominaba a todos los súbditos de la Corona que no eran nobles y, por tanto, no estaban exentos de tributos. El término “pechero” se atribuyó a las gentes de Alozaina porque eran fieles en los pagos.
En efecto, terminada la campaña de Álora con la toma de la plaza el veinte de junio de 1484 por los Reyes Católicos, estos deciden continuar la lucha por la garbía malagueña, dirigiéndose hacia Casarabonela, que opone resistencia, llegándose a luchar en las huertas de su alfoz con grave quebranto para las tropas cristianas. El rey se rehace en Álora y envía al Conde de Belalcázar para que pacifique la zona, mientras él se dirige hacia Alozaina que había ofrecido su rendición, junto con Jorox, al Marqués de Cádiz, mediante cartas que suscribieron los Alfaquíes de la villa, atemorizados por el asalto y rendición en Álora.
Se realizan las ceremonias de entrega de la villa y el rey vuelve a su Real en Álora. Entretanto el Conde de Balalcázar sigue intentando pacificar el Alfoz de Casarabonela pero en una de las escaramuzas es herido de muerte. Las consecuencias no se hacen esperar y la villa de Alozaina es incendiada, talados los campos, entre otros los muy productivos de Ardite, y arrasadas las cosechas. Alozaina se despuebla y así permanecerá algún tiempo. Es el destino de muchos lugares reconquistados, ocupación, destrucción y posterior repoblación por cristianos viejos a los que se les entrega tierras y bienes. Así se va creando la nueva villa de Alozaina, ya como asentamiento abierto alrededor de los restos de su castillo.
Surge en el siglo XVI la rebelión de los moriscos y Alozaina protagoniza un notable suceso en las escaramuzas y luchas que van sucediéndose hasta ser totalmente dominada.
En abril de 1570, informado Abén Aboo, cabecilla de la rebelión, de los acontecimientos de Ronda, envía a su hermano El Galip para que encabece la algarada desde la Axarquía hasta la Serranía de Ronda. El Galip cae preso en Álora y es condenado a muerte. Los monfíes rondeños se reúnen en Tolox y saquean Alozaina el siete de julio de 1570. Los socorros no tardan en llegar, pero no pueden evitar la destrucción de varias viviendas.El cinco de julio se juntan aguardando la llegada de El Galip, en Tolox, tres mil hombres acaudillados por Alfor, Lorenzo Alfaquí y el Jubeli y se acuerda marchar sobre Alozaina, que estaba habitada por cristianos, avanzando por el camino de Yunquera, y quedan emboscados y preparados para el ataque el siete de julio. El jueves, ocho de julio, según Mármol Carvajal bajan hacia la villa formando escuadrones aparentando ser cristianos que venían de El Burgo, engañando a los observadores que trabajaban los campos. Sin embargo hay unas escaramuzas con dos segadores y cunde la alarma. Empiezan a tocar las campanas a rebato y acuden dos escuderos, pues el resto estaban en Coín. Mientras uno va en busca de socorro, el otro, Ginés Martín, se apresta a la defensa. Recurre a las mujeres y niños y algunos hombres que encuentra, ya que casi todos estaban trabajando. Las mujeres asumen el papel de defensores, vistiendo ropas y sombreros masculinos y colocándose visibles, para dar sensación de alerta y defensa. Los moriscos se reparten y atacan, caen diecisiete de ellos y heridos más de setenta.
María Sagredo ve caer a su padre Martín Domínguez, y peleando como esforzado varón, defiende una torre por la que ya escalaban los atacantes. Da muerte a un morisco e hiere a otros muchos. Viendo que no consigue detenerlos les arroja unas colmenas que allí había de las que se desprende un enjambre de abejas que ataca y persigue a los sitiadores. Aquella misma tarde llegaron socorros y Arévalo de Zuazo llega al día siguiente y deja guarnecida la villa con soldados.
Felipe II premia a esta heroína nombrándola Alférez de los Tercios Españoles con graduación y empleo y dándole heredades en Jorox como dote para su casamiento, como antes reseñábamos.
A mediados del siglo XIX la villa de Alozaina vivió una época muy prospera. Tenía cerca de 4000 habitantes y se editaba un periódico, El Reformista Administrativo, que dirigía F. Martín de la Curz. Contaba, además con tres librerías y otros tantos corresponsales del periódico y dos médicos. En el terreno industrial, existían dos molinos de zumaque, nueve de aceite y seis de harina. La afición a la música era tal que, aparte de nuestra ilustre Banda, se fundó un coro parroquial y se hacían representaciones de zarzuelas.
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